La canción de Pipi Langstrump

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Lololololó lorolololololó

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Official replica

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No sé si será la publicidad a Univerce… ¿pur qué?

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Capitales del fútbol: Londres

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Backstreet Boys

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Separados al nacer

Esta semana ha estado en boca de todos un nombre.

¿Bale? ¿Neymar? ¿Tu vieja y su amante senegalés?

¡NO!

El hombre que fundó un equipo de hockey patines y lo llevó a la cima en pocos años. El hombre que cogió en el 88 a un equipo de fútbol moribundo de una ciudad que le había dado la espalda y lo llevo a la gloria sustentándose en proyectos trianuales:

1988 – 1991: Ascenso y consolidación en 1ª.

1992 – 1995: Consolidación, entrar en Europa, lucha por títulos.

1996 – 1999: Transición, renovación de proyecto.

2000 – 2003: Liga, Champions.

Y lo logró. Se la sacó, la puso encima de la mesa de los grandes e invitó a los presentes a comérsela a botijillo. Pero la ambición tiene un precio y, a día de hoy, se siguen pagando los excesos del pasado. Nuestro hombre, padre de veintiséis chiquillos y negociador tenaz vive uno de los momentos más amargos de su historia.

En efecto, pequeños padawancios, estoy hablando de Augusto Joaquín César Lendoiro. Nuestro protagonista, famoso por sus affaires futbolísticos y extrafutbolísticos, por su misteriosa papada y por sus singulares métodos de negociación, también tiene un lado oscuro. Su fisionomía no ha pasado desapercibida para gente como George Lucas o Matt Groening, que basaron varios de sus personajes en el peculiar abogado corcubionés.

Viendo «La amenaza fantasma» el otro día me vino instantáneamente la imagen de Lendoiro cuando Rugor Nass enviaba a los Jedi y al inútil de Jar Jar Binks al centro de Naboo.

Ya había oído a varios hablar del parecido con Jabba el Hutt en el Retorno del Jedi, pero no se sabe de dónde sacaron tal majaderíOH, WAIT:

Otras fuentes indican que el personaje ficticio más parecido al futuro ex presidente deportivista no es ni más ni menos que el alcalde de Springfield Joe «Diamond» Quimby.

VOTE POR QUIMBY

Por último, que no menos rebuscado, me viene a la mente el asombroso parecido con un personaje muy peculiar de Futurama:

Hipnolendoiro

Hipnolendoiro

¿Sí o no? ¿SÍ O NO?

En fin, el bueno de Centoiro también me recuerda en menor medida a una simpática ardillita con los carrillos llenos de frutos secos:

A un pez globo:

… o a esta señora:

Ustedes diréis… Yo más no puedo hacer. Os dejo una encuesta para que votéis por el parecido más razonable.

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Escupir p’arriba

Recuerdo con total nitidez hace años, cuando no era más que una albondiguilla con el pelo a la taza que correteaba alegre por el parque frente a mi colegio de Coslada, el enigmático Agapito Marazuela. Siempre en mis pies una pelota, de esas míticas de plástico que emulaban los efectos imposibles del patentado «Tiro del Halcón» de Óliver Atom. Ya de pequeño apuntaba maneras y, entre mis compañeros de clase, solía alzarme con el MVP. A esas prontas edades si destacas en algo popular te acabas convirtiendo en un cretino arrogante que piensa que se puede mear en las manos de sus rivales sin consecuencias. Y no. La vida es muy puta, pero también muy sabia. Cuando menos te lo esperas te saca una lección que te valdrá para el futuro.

En aquellos días mi incipiente barriguita y yo aprendimos que no estaba bien burlarse de los niños que eran peores porque, en alguna parte del mundo, por muy bueno que seas en algo, siempre hay alguien que te da mil vueltas. En aquel caso mi némesis se encontraba en la clase de al lado, los odiosos de 1ºA. Yo era el que partía la pana en «B» y en los recreos dejaba constancia, marcando más goles de los que jamás se podrá inventar Romario. Aunque la lección me la dieron en otro deporte donde, creía, era TOP: las carreras (atletismo junior light). Era superrápido, en «polis y cacos» me partía la goma de todos. Como las carreras no eran más que una introducción a Educación Física, unas simples actividades predeportivas, las profes decidieron ponernos a todos en fila y mandarnos correr de una pared del patio a la otra a modo de calentamiento durante unos minutos. Cuando eres un canijo no conoces el significado de calentamiento, tu competitividad está al máximo, rayando con la agresividad y por la lucha por la jerarquía del grupo. Quieres ser el macho alfa aunque seas totalmente inconsciente de lo que se trata. Yo, iluso, quemé todas mis energías en ese calentamiento para nada, pues al final las profes nos premiaron a todos con pegatinas verdes cuadradas en la frente. Había quedado de primero sobradamente en una carrera donde lo importante, más que nunca, había sido participar. Mi gozo en un pozo. Hasta que una de las profes sacó más pegatinas del bolsillo. Estas eran circulares y de varios colores: amarillas, rojas y azules. «¡Qué ingeniosas! ¡Podrían simular unas medallas! «. En efecto. Cada profe cogió a su clase y empezó un casting de mini-atletas. Entre ambas tendrían que elegir a seis alumnos: tres chicas y tres chicos. Los doce tendrían que disputarse la gloria de la pegatina amarilla. Empezaron las chicas, donde mis compañeras barrieron a la escoria «A». Vítores y alhajas. Albricias y pan de Madagascar. Alegría y alboroto.

Entonces, llevado por el éxito de las chicas, cometí el gran error de reírme antes de tiempo y dar por ganada la «medalla de oro». Señalé a mis rivales al más puro estilo Nelson Muntz y dije convencidísimo que iba a ganarles, que era mucho más rápido que ellos. Mis compañeros empezaron a gritar y a animarme. La presión se me echó encima y me bloqueé. Cuando la profe gritó al viento el «preparados, listos, ¡YA!» mi cuerpo tardó en reaccionar un segundo. Notaba las piernas más pesadas por el esfuerzo anterior y mi arrancada consistió en unos ridículos saltos hacia adelante. Era como si me hubiese olvidado de cómo se corría. Perdí un tiempo valiosísimo que me costó recuperar. La carrera consistía en salir del punto A, tocar la pared que sería el punto B y volver cagando virutas al punto A. Pues mis rivales iban en el punto B cuando dejé mis estúpidos saltos de ballet y espabilé. Recuerdo cada metro de aquella carrera, recuerdo la espalda de Alejandro, el mojabragas de «A», recuerdo su camisa a cuadros marrones, verdes y rojos -muy hipster- a unos metros de mí, inalcanzable, cruzando la meta. Recuerdo aquella pegatina redonda amarilla en su frente, recuerdo como la profe le apartaba el flequillo para no pillarle ningún pelito. Álex se había hecho con la preciada medalla de oro y yo, muerto de rabia me quité el cuadrado verde y lo tiré al suelo. «Hay que saber perder», «Lo has hecho muy bien», «El año que viene seguro que ganas» me decía la profe. Pero no me consolaba, estaba lleno de ira homicida. Quería la revancha y la pedí y se me negó y casi me castigan de lo enfadado que estaba. Para colmo, faltaba la gota que colmó el vaso: El tal Álex se acercó a mí y, señalándome delante de todos, me preguntó «¿No decías que ibas a ganar?» Y lo repitió tantas veces que se me clavó como un dildo púrpura en cierta parte de la anatomía de una mujer u hombre vicioso. Desde aquel día no volví a participar en carreras de ningún tipo hasta bien entrada la pubertad.

Mi segunda experiencia fue en el trágico día del penalti de Djukic en el que, si no os importa, no profundizaremos. Durante una semana me dediqué a lucir mi camiseta del Depor del palo, cuyo escudo había que coser y que era más falso que los billetes de Dwight K. Schrute. La mayor parte de mis amigos eran del Madrid o del Barça y, precisamente a estos últimos, les dedicaba curiosos vaciles. No creo que haga falta rememorar punto por punto mis sensaciones antes, durante y después de aquel fatídico (puto) penalti.

La vida me había enseñado dos valiosas lecciones que a día de hoy siguen muy presentes. Hoy me gustaría regalarle esta entrada a todos/as aquellos/as que siguen disfrutando de las desgracias ajenas, pobres ilusos que parecen no recordar que todo lo que sube, baja y que, más tarde o temprano, los escupitajos que alegremente lanzan al aire les caerán en sus pútridos rostros de mongolos. Para muestra, un fotón:

Léfame Deluxe

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La gran mentira del fútbol

Seis años ganando prácticamente todos los partidos, incluyendo dos Eurocopas y un Mundial, no sirven para nada si pierdes una final disputada en terreno hostil contra un rival fuerte que cuenta además de con grandes figuras, con altas dosis de fortuna y una excelente permisividad arbitral.
Que paren el fútbol, que yo me bajo.

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Los hermanos «Brother»

Hace tiempo que vengo pensando un buen nombre para la sección de parecidos razonables. Usar esas dos palabras es muy reiterativo, ya se ha visto mil veces en mil programas, resulta redundante hasta la saciedad, como la programación de Antena 3 los domingos por la tarde: «Fatalidad fatal», «Peligro mortal», «Pesadilla letal», «Infierno extremo», «Perífrasis verbal» y otros títulos de naturaleza similar que nos intentan meter con calzador cada fin de semana. Películas vacías de sentimiento, yermas de calidad y de ausente originalidad. Yo no quiero caer en la repetición de términos en una sección frita y refrita ya de por sí, solo quiero hacer una deliciosa bechamel para aderezar las sobras y cocinar unas sabrosas croquetillas que serviros como cena esta noche. Y a esas croquetas las llamaré a partir de ahora:

Los hermanos «Brother»

hermanos brother

En ella haremos como Patricia Gaztañaga en su famoso «Diario» y reuniremos a todos esos futbolistas con sus hermanos perdidos, de los que fueron separados al nacer y obligados a vivir en una mentira.

Hoy nuestro protagonista es un futbolista con pedigrí, uno de esos clásicos de los videojuegos, uno de esos hombres unidos a la mala suerte. Un hombre a una coleta pegado, uno de los últimos jugadores con bigote, un portero al que era más fácil marcar desde medio campo que desde medio metro. Algunos ya sabréis que me refiero a David «Paquete» Seaman:

«Manos grandes, Cacaolat caliente. Manos grandes, sonríe la gente»

En la memoria de muchos está aquel fantástico gol de Nayim desde su casa de Ceuta que pilló por sorpresa a Seaman, dejándole con esa pose que veis en la foto. Abatido, pero relajado. Hundido, pero cómodo. Derrotado, pero sexy.

«Pues me ha estado rica»

La mitad del Parque de los Príncipes de París aclamaba al inesperado héroe norteafricano; la otra recitaba el árbol genealógico del guardameta inglés.

Esa fue la primera gran pifia de nuestro amigo Deivid. Después llegaría la del gol de Ronaldinho en el Mundial 2002:

Aquí hay un árbol…

… aquí hay un río…

… se cae el árbol…

… salpica el río.

«Te la comes»

Y ese mismo año volvió a sentir en sus carnes el dulce sabor de la humillación en un encuentro contra Macedonia.

Tras este partido no volvió a oler una convocatoria con la selección inglesa, sus acciones acababan de caer en picado y su carrera parecía seguir el mismo camino… Pero esta es la sección «LOS HERMANOS BROTHER» no «¿QUÉ FUE DE…?», así que vayamos al turrón.
El bueno de David Seaman, amante de las nutrias y gafe a tiempo parcial guarda un sorprendente parecido con otro personaje poco amigo de la diosa Fortuna. Sí, amigos, hablo de:

El Karma son los padres

El siguiente hermano perdido de David Seaman es otro actor que se hizo famoso por participar en la famosa saga de Scream. Hacía de policía un tanto monguer que se pinchaba ni más ni menos que a Mónica de Friends tanto en las pelis como en la vida real, ahí es nada.

«No me parezco una mierda, pero tengo bigote. Tu argumento es inválido».

Buscando con google «hombre bigote coleta» aparecían más primos de Seaman:

«Te observo mientras te tocas»

«Alfonso XIII, tira a ver si me crece»

Zlad, creador de «Elektronik Supersonik». (Pincha en la imagen y gózatelo)

Hijos de Molvania, espero con ansias vuestros comentarios jocosos.

P.D. He quitado el interruptor que daba calambrazos al darle al «ME GUSTA» en Facebook y «Retweet» en Twitter. Ya podéis darle sin miedo. Os quiero.

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¿Qué fue de… HASAN SAS?

Hace tiempo que llevo queriendo tocar esa fibra sensible que todos tenemos entre el tálamo y la uretrilla. Esa parte de nosotros que tiembla como el labio inferior de un anciano con frío cada vez que vemos / leemos algo que nos emociona. Hoy es el día. Hoy voy a plagiar crear la sección «¿Qué fue de…?» y se la voy a dedicar a un hombre que tantas alegrías nos  regaló allá por el año 2000. La llegada del nuevo milenio trajo consigo el reinado de los MEDIAPUNTAS, que se convirtieron en los dueños y señores del fútbol. Todos recordamos a Djalminha, Aimar, José María Gutiérrez «Guti», Rivaldo, Mostovoi, Valerón o Zidane. En una época pre-metrosexual como aquella todavía podíamos gozar con la clase de futbolistas con pelos en las piernas, feos o calvos. Nuestro invitado de hoy reunía las tres características, pero a nadie le importaba. Nadie se fijaba en esas nimiedades, en todo caso le hacían más gran jugador y mucho más humano.

Haciendo un «Ronaldo», pero sin travestis

Biografía

Hasan Gökhan Sas nació en  Karataş, Provincia de Adana, Turquía, el 1 de agosto de 1976. El sitio está bastante cerca de donde Jesucristo perdió una lentilla, por lo que se cree que nuestro amigo tuvo que aprender a dar patadas al balón para salir de aquel lugar lo antes posible. Empezó jugando en el Adana Demirspor, equipo de su tierra, donde le mojó la oreja a su máximo rival – Adanaspor- con dos goles en tres partidos. Tardo un par de temporadas en dar el salto hacia un club más importante: el capitalino Ankaragücü. Allí estuvo otros dos añitos repartiendo mariscote del bueno, dejando muestras de lo que vendría después. El Galatasaray, que comenzaba a ser un rival temido en Europa decidió fortalecer la mediapunta con aquel calvito venido de una pequeña provincia pegada al Mediterráneo.

Cuéntanos más, Jus

The show begins

Tras su paso por la capital de Turquía, donde dejó muchos amigos y un par de deudas sin importancia en teterías de la zona, hizo las maletas y partió hacia ese exótico, desconocido y atrayente paraíso urbano llamado Estambul. Yo nunca he estado, pero me han contado maravillas. ¿Maravillas, Lisa, o majaderías?

En sus dos primeras temporadas apenas aportó al grupo más que unas risas en las duchas y sus famosas churrascadas de cordero lechal. Delante de él había un rumano con una zurda prodigiosa y un talento innato para contar chistes de gangosos, el gran Gica Hagi.

Parecía haber cometido un error dejando su tierra. Sin embargo, la vida le guardaba una agradable «sorpresa»: Hagi tenía 2323425 años y debía retirarse, por lo que llegó el momento de cederle el testigo a un joven al que se le empezaba a clarear el cartón.

Las pelucas son baratas en Segovia

Mientras estuvo a la sombra del Maradona de los Cárpatos tuvo que conformarse con las migajas. Una vez que Hagi se retiró, Hasan «Gorkinsena» Sas pudo hacerse con las riendas de un club que acababa de tocarle la carita a los más grandes del continente. Para empezar, levantando una Copa de la UEFA al Arsenal en el 2000:

Y, birlándole la Supercopa de Europa al Real Madrid:

En ambas finales tuvo un papel poco menos que secundario, lo cual en lugar de hundirle en la miseria le fortaleció, llevándole a liderar en los siguientes años al club más laureado de Turquía y a su selección, a la que llevo a las semifinales del Mundial de Corea y Japón. Allí marcó un par de goles y repartió mariscote, lo que le valió para formar parte del Equipo Ideal de la Copa Mundial.

Punto y final

Después de haber ganado con el Galatasaray SC cuatro ligas, dos copas, una Copa de la UEFA y una Supercopa de Europa, llega el año 2009 y a sus 33 años decide colgar las botas. El mundo del fútbol le da la espalda y se olvida de aquel muchacho que peleó contra viento y marea por sacar adelante a sus veintitrés hermanos.

Pero desde Memorias de un Suplente Deluxe no nos olvidamos de uno de los mejores jugadores calvos de la historia.

Otros calvos de nivel

En Compostela recordaremos siempre a nuestro particular Hasan Sas. Era un tipo bajito, de piernas tortas y con el centro de gravedad bajo. Tenía cuerpo de Director Técnico de una fábrica de cajas de cartón, pero con los pies era como una bailarina de claqué. Su rostro serio imponía respeto y en su frente nunca se ponía el sol. Estoy hablando de Fidalgo (no confundir con el otro Fidalgo):

«Lo Pelat» de San Lázaro

No están tan relacionados con el fútbol, pero no podemos negar que nos han influido a lo largo de la historia otros señores con la azotea lampiña. Para empezar:

Una de mis posturas favoritas del Naked Man

«No me digas lo que no puedo hacer»

The Observer (Fringe)

La lista de calvorotas podría seguir hasta el fin de los tiempos, pero os vais haciendo una idea de lo que quiero transmitir.

Espero que os haya gustado, fans incondicionales al sexo sin amor.

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Sergio Ramos lo vuelve a hacer

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